El truco nemotécnico

David Arturo Serrano Rodríguez · Guadarrama (Madrid) 

Hay personas que nacen predestinadas por su nombre. En el caso de Providencia Morgan la duda me asaltó nada más conocerla, cuando siendo un cachorro recién llegado al bufete, avanzaba todas las mañanas hacia mí abrazada al expediente de turno que ocultaba sus generosos pechos. Por entonces, luchábamos por un puesto fijo otro compañero y yo. Mi período de prácticas transcurría por la mañana entre esos bamboleos hipnóticos en los que ya podía sonar el teléfono, ser solicitado urgentemente o acabarse el mundo que mi pensamiento, al igual que en la noche, sólo intentaba desembarazarse de los dichosos papeles que se interponían entre esos senos turgentes y yo. Expirado el tiempo de prácticas, los socios decidieron realizar una prueba memorística que determinase nuestra contratación; imposible olvidar el expediente del vestido rosa chicle, que cual flotador recién inflado me atormentó durante días.

 

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