Al grano

José Javier Alfaro Calvo · Tudela (Navarra) 

Aquel cachorro de abogado de la saga de los Iriarte tenía más conchas que un peregrino. Había mamado los grumos de la profesión a la par que los calostros de la teta de su madre. La instrucciones eran claras y venían acuñadas en una frase archirrepetida en el bufete familiar: “dejarse de sentimentalismos e ir siempre al grano, que tampoco es cuestión de quitar el pan a psicólogos, predicadores y oenegés”. Así que, antes de entrar en harina, solicitó al cliente una generosa providencia de fondos y anotó su teléfono junto al número del expediente, que mentaría siempre adornado con otrosís y considerandos, tanto para recordarle posibles retrasos pecuniarios como para demostrar el oportuno toque de seguridad. Ah, y si la angustia del proceso provocaba en el cliente los inevitables síntomas de ahogamiento, como decía la matriarca del clan, “mándale un flotador”.

 

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