Vendetta

Ana María Gallardo Calleja · Málaga 

Su petición había vuelto a ser desestimada, pero esta vez no esperaría otro rechazo, iba a actuar y para cuando el Decano se diera cuenta sería demasiado tarde. Con una agilidad felina se coló en su despacho. El interior estaba revuelto, papeles y libros se amontonaban por la mesa y muebles. Guiándose por la luz de la luna que entraba por la ventana se dirigió al escritorio, abrió el primer cajón. Nada. Probó suerte con el segundo. Tampoco, solo había cachivaches aparentemente inservibles. Tanteó el lugar.¡Allí estaba! Accionó la palanca y saco una caja. Casi se le escapa un grito de júbilo, tan solo estaba cerrada con un candado de latón que pudo abrir fácilmente. Mentalmente se recordó que estaba en deuda con su hermano por haberle enseñado a abrirlos. La cerradura hizo un “clic” al accionarse y, ¡premio! Los empalagosos caramelos de su abuelo al fin eran suyos.

 

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