Tres años y un día
Juan Pedro Ortega Sánchez · MADRID¡Vino a pagar! ¡Rafael Rivera Martín vino a pagar! El otro día apareció de repente y pidió verme. La secretaria le dijo que yo estaba ocupado, que no podría atenderle, pero él irrumpió en mi despacho y me arrojó un talón. –Vengo a saldar deudas –me dijo. ¡Increíble! Hacía tres, cuatro años que le había pasado la minuta y desde entonces no había sabido nada de él. Casi lo había sacado de mi cabeza. Al mirarle, me di cuenta de que había envejecido. Era menos alto de lo que recordaba. –¿Cómo está, don Rafael? Le había llevado varios asuntos, escrituras, una herencia, creo, aquel problema para licitar el edificio de la calle Sorolla. Sus facturas habían acumulado antigüedad en la carpeta de impagados. –¿Está todo ahí? –Le diré a Sonia que lo revise. Venga, siéntese. ¿Qué ha hecho durante todos estos años? Parecía cansado. –¿De verdad no lo sabes?