MONUMENTO AL ABOGADO DESCONOCIDO

Aique Rodríguez López · Oviedo 

El viejo abogado colgó por última vez la toga. En su dilatada trayectoria no destacó por hacer ningún aporte novedoso a la justicia, ni por obtener un empalagoso “honoris causa” de alguna universidad extranjera. Pero fue un abogado superior a la media. La mayoría de los clientes se sintieron encantados de haberle conocido. No recibió ningún premio, tampoco lo buscó. Ni siquiera tuvo el reconocimiento del decano…ni un cachivache de lata. No supo hacer ruido ni llamar la atención. No supo hacerse notar. No supo abrirse paso a codazos y zancadillas. Él ocupó espacios que otros abandonaron. Trabajó en silencio y no tuvo deudas con la dignidad. Rechazó los atajos fáciles para “reconducir” sus ideales. Nunca abrió el candado. Aguantó el peso de la honestidad, incluso en noches insomnes. Cuando cerró la puerta de su despacho sintió el dolor de la lucidez, sonrió con tranquilidad y pensó: “Mereció la pena”.

 

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