La balanza
Iñigo de Lojendio Pérez-Yarza · MadridEran, sin duda, aquellos recuerdos los que sumían al anciano decano de la Facultad de Derecho en un estado de empalagosa melancolía. Añoraba los lejanos días de sus primeros juicios, los nervios de aquella inseguridad juvenil. Su meditada y firme decisión de dejar de ejercer, los quebraderos de cabeza de las investigaciones, su merecida cátedra en Filosofía del Derecho, y aquellas elecciones que le llevaron a presidir la facultad que tanto amaba. Se levantó el anciano de su silla, clavó su mirada en el candado que protegía el pequeño armario de los extraños, decidido, lo abrió. Escrutó la vieja balanza de bronce como si estuviera en deuda con ella. Estaba en completo equilibrio, emanaba paz. Sabio cachivache, murmuró. Satisfecho y realizado, cedió su puesto a un ilusionado aspirante legándole la balanza de la justicia.