El paso del tiempo

Miguel Villegas Berdejo · Sevilla 

Era lunes y demasiado temprano. La adusta sede del colegio de abogados que presidió como decano durante tantos años estaba desierta por lo que aprovechó para deambular en solitario por sus pasillos y estancias rememorando, melancólico, lo que en ellos había vivido. Al entrar a su despacho le impregnó el empalagoso vaho que desprendían las flores que se marchitaban en el cachivache de Lladró con el que en la cena de despedida del viernes le habían homenajeado sus compañeros de Junta en reconocimiento de la insondable deuda acumulada por su generosa dedicación a la Corporación y sus integrantes. Liberó de su cierre al pequeño candado que aseguraba las contraventanas de madera, abrió de par en par el ventanal y dejó que el aire fresco de la mañana depurase la estancia del hediondo aroma y se llevará con él la nostalgia por el paso de su tiempo.

 

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