Imagen de perfilEL SENTIDO DE LA JUSTICIA

Francisco Javier Calderón Romero 

Emilio era bueno y sencillo; Emilio era mi amigo. Sacó su carrera de Derecho con empleos mal pagados, estudiando a deshoras y agotado. Alquiló un modesto despacho en un barrio pobre y ahí lo conocí, en una población donde el empleo no existía y las oportunidades aparecían después de varios chutes a cada vuelta de esquina. Solíamos reírnos de él cuando atendía gratis a los vulnerables del arrabal, bueno y tonto, mientras yo, malo y gilipollas, tenía los bolsillos a rebosar por trapichear, aunque en el fondo le admiraba por no dejarse achantar con su impecable sentido de la justicia. Pero me detuvieron y no quiso ayudarme. “Solo podrás erradicar ese odio respetándote a ti mismo”, y en seis años de cárcel vino semanalmente con un libro distinto.
Ahora soy otro. Ojalá digan que soy bueno y sencillo, como Emilio, un héroe al que nadie conoció. Emilio fue mi amigo.

 

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