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Jerónimo Hernández de Castro 

Resulta llamativo que un jurista de su experiencia, veterano ministro de Economía, llevara tantas noches en vela.
La situación no era muy distinta de la vivida por sus antecesores: quiebra técnica mantenida durante décadas, con una patria en bancarrota demasiado acostumbrada a la inflación galopante.
Lo peor de todo era la solución inminente que estaba a la vista, sin necesidad de decretar nuevos planes condenados al fracaso, ni mendigar la usura de los organismos internacionales.
La reunión definitiva a la que anhelaba no acudir, se había convocado para el día siguiente y todo apuntaba a un eficaz rescate, a cargo del cartel más poderoso del país.

 

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