El jurado número ocho
María Venegas Grau · MadridEl abogado concluyó:
– Señores del jurado, una cosa es censurar una mala relación paternofilial y otra abogar por el castigo supremo sin pruebas irrefutables. ¡Estamos en 1957, en los Estados Unidos de América! Es cierto que, según el albarán, el chico compró la navaja automática, pero eso no demuestra que apuñalara a la víctima ni que le robara el anillo. En cuanto al vecino de abajo, afirma que le oyó amenazar al padre, pero ¿cómo puede estar tan seguro si apenas conoce nuestro idioma? Recuerden: en caso de duda razonable, solo cabe el veredicto de no culpabilidad.
El juez levantó la sesión. El jurado número ocho fue el último en abandonar la sala. Con su rostro impasible, su traje blanco y su andar pausado, Henry Fonda encarnaba a la perfección al hombre que iba a dar un vuelco a las deliberaciones. Sidney Lumet sonrió satisfecho y gritó: “¡Corten!”.