Digesto indigesto

Ceferino Gómez Delgado · El Puerto de Santa María 

Aquella mañana, como era habitual, abandoné la barrera de coral en busca de un bocado que llevarme a las fauces. Un gran oleaje, seguido de intensos olores y ruidos dispararon mis aletas natatorias rumbo al lugar en cuestión. Un festín gastronómico nadaba frenético frente a mí, una dentellada aquí, otra allá, un caleidoscopio de sangre y burbujas me llevaron al paroxismo depredador. Ahíto, me dispuse a reposar tan pantagruélica ingesta, pero al rato, un petardo estalló en mis tripas y comencé a regurgitar una chancla, un cuaderno particional de una herencia, un convenio regulador de un divorcio de un famoso campeón, un maletin de cuero, regalo del último cumpleaños, dos propuestas de quiebras, un código, un auto de procesamiento, etc. Tan mal me sentí, que juré por Neptuno, que jamás volvería a acudir al naufragio de un crucero de abogados.

 

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