Alma de abogado

Javier Serra Vallespir 

—He sido testigo de tanta corrupción que tengo el corazón soldado al hueso, doctor. El abogado se removió en el diván como si sufriera alergia al cuero. El psicoanalista garabateó algo en su libreta. —Continúe. —¿Cómo se sentiría defendiendo a personas que merecerían ser arrojadas al Tártaro? ¿Escuchando declaración falsa tras declaración falsa? Actúo como una Hetaira del Derecho vendiéndose al mejor postor. ¡Y está escrito que tutelar los intereses de los clientes no puede justificar desviarse del fin supremo de la Justicia al que la Abogacía se halla vinculada! —recitó el abogado sollozando. —Quien redactó los códigos deontológicos no pensaba ganarse la vida respetándolos —le consoló el psicoanalista—. Por ejemplo, yo adquirí mi título en una web ilegal, aprendí terapia observando a Woody Allen y ejerzo de Concejal de Urbanismo en Villa Recalifiqué. El letrado recuperó inmediatamente la compostura. —Tenga —dijo, tendiéndole una tarjeta—. Necesita un abogado.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión