Lo nuestro ha prescrito

David Ruiz de Agustín · Pekin 

Ramón volvía a casa, tal y como solía hacer, tras una jornada de trabajo sin pena ni gloria. Hambriento como nunca y sin tiempo como siempre, fue a la cocina a la caza de las sobras de ayer. En la puerta del frigorífico había una nota. El mensaje era claro: “Lo nuestro ha prescrito”. No fue necesario ningún examen grafológico. La letra y firma eran de su todavía cónyuge. Esta vez le tocaba sufrir al abogado las consecuencias de tantas faltas de asistencia en eso que se llama “ser persona”. Si el último caso que ganó nuestro protagonista fue por desistimiento ahora la renuncia le tomaba a él como víctima. Su mujer quería calor en el hogar, él sólo se mostraba hogareño en la trinchera que tenía por despacho. El cálculo fue claro: Lo que en su día el hombre unió, lo iban a separar los tribunales.

 

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