La obsesión

Kalton Bruhl · Honduras 

Los insistentes golpes en la puerta, amplificados por la bruma de la resaca, parecían a punto de hacerme estallar la cabeza. Abrí la puerta. Era un compañero en el que había sido mi bufete. -Ya llevas dos semanas encerrado –me recriminó. -Debo intentarlo otra vez –le dije-, y si no pasa nada te juro que será la última. Sonrió preocupado. Muchas veces había hecho ese mismo juramento. -Esa maldita obsesión te ha hecho perderlo todo- dijo. Yo quedé en silencio. Mira en lo que has quedado- continuó, y no supe si me señalaba a mí o al desorden en mi habitación. Al marcharse quedé pensando. Quizás, al principio, podría haberme detenido, pero ya era demasiado tarde. Regresé al escritorio. Desde el ordenador las palabras obligatorias del concurso de microrrelatos de abogados: “lucro, embargo, persecución, espejo, bebé”, brillaban triunfantes, como una burla. Como una condena.

 

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