LA ESTILOGRAFICA

José Luis Gómez Gusí · LLEIDA 

El cadáver de una mujer fue descubierto sin una sola gota de sangre y todo apuntaba a que su amante –mi cliente- la había asesinado por una cuestión de celos. La renuncia de su primer y afamado abogado a falta de escasos días del Juicio había determinado que el presunto asesino requiriera la asistencia profesional de mi despacho en tan mediático asunto. Su declaración fue elocuente, los testigos lo exculparon, el forense incurrió en relevantes errores de cálculo sobre la hora de la muerte y el Jurado declaró su inocencia por unanimidad. Mi cliente sacó del interior del blazer su estilográfica y firmó la notificación de libertad; el trazo rojo escarlata del plumín se extendió sobre el papel dejando tras de si una estela de perfume ferruginoso. Le miré con incredulidad y él me devolvió una mirada sonriente mientras, con gesto preciso, enroscaba el capuchón de la pluma y la tendía hacia mí.

 

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