La carta

Antonio García García · Madrid 

La lluvia repicaba en el alféizar de la ventana mientras garabateaba eufórico unas líneas en mi cuaderno personal. Quería inmortalizar mi victoria de aquella mañana, en la primera batalla que libraba en la Plaza de los Cubos. Sin duda significaría la prórroga de mi contrato temporal con el despacho. El oprobio cometido contra aquella chica embarazada, que había recurrido a nosotros ante la pasividad del sindicato y del comité de empresa, quedaba al fin reparado: acababa de lograr su readmisión. El abogado de la empresa nos comunicó nada más salir que no interpondría recurso de suplicación, y la futura mamá me había colmado de besos, de elogios, de palabras de agradecimiento… Llamaron al timbre. No esperaba visitas…¿quién podría ser? Una carta certificada. Ni la visión de Medusa me hubiera dejado más de piedra. El 1 de septiembre yo sustituiría a mi cliente en el club de los seis millones.

 

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