Ilustre manifestante

ANTONIO DOMINGO LLISO · Valencia 

Viernes por la tarde de una semana plagada de juicios. Salía del despacho, llevando el portátil, con la intención de descansar y adelantar trabajo en el apartamento recién comprado en la costa. Repicaban en mi memoria las palabras que esa mañana, en tono displicente, me dirigió una joven Juez: “¡Concluya ya, Letrado!”. Vi aproximarse una manifestación por la convocatoria de un referéndum. Tumulto de gente, pancartas, banderas. Súbitamente todo se agitó. Carreras, gritos, policías, golpes. Una chica herida cayó sangrando al suelo, me acerqué a socorrerla y, de repente, sentí un fortísimo impacto que me hizo perder el sentido. Tras las tinieblas vi una tenue luz que titilaba como una estrella. Estaba en una apacible sala de reanimación. A mi lado, envuelta en vendas, pude reconocer a la joven maltrecha en la manifestación y ella, con un hilito de voz, sorprendentemente, dijo: “¡Gracias Letrado! y … disculpe lo de esta mañana”.

 

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