EL SOBRESALTO
Mª ISABEL DOMINGUEZ AGUDO · MADRIDLuis, perspicaz abogado salmantino, ojea el reloj, pasan unos minutos de la hora señalada para la vista oral y, como si fuese objeto de una persecución policial, camina con paso firme al ascensor, una vez dentro, se mira de refilón en el espejo mientras pulsa el botón que le llevara al segundo piso, donde tendrá que paralizar un embargo. El recorrido es breve, pero con tiempo suficiente para atusarse el pelo y estirarse la camisa. A la salida, al final del pasillo, frente a la puerta del Juzgado, le espera su clienta, una joven desaliñada que sostiene un bebe entre sus brazos, ajeno a todo cuanto va a ocurrir. Luis inhala aire profundamente, mientras repasa los conceptos de «reintegro de importe» y «carencia de lucro», empuja el pomo, abre la puerta y observa perplejo un cartel estratégicamente instalado donde se lee «embargos suspendidos por horario de verano».