EL ALMA AL DIABLO

GUILLERMO SANCHO HERNÁNDEZ · PILES (VALENCIA). 

Desesperado, el abogado viajó desde su pueblo hasta el mismísimo Infierno, y allí presentó una instancia. Ante la inminente caducidad de un plazo procesal, quería trabajar setenta horas seguidas, sin tener que descansar. Y ofrecía su alma a cambio. Le atendió un administrativo, que le pidió disculpas por la momentánea ausencia de su jefe, y le ofreció un jugo de remolacha con queroseno, mientras aguardaba en la sala de espera. A la media hora apareció un tipo con pinta de banquero, traje negro de raya diplomática, camisa blanca y corbata roja. Se saludaron. – No me hacen falta más almas ahora mismo – le dijo al abogado. Pero si me asesora (el Infierno tenía un problema de lindes con el Purgatorio, que duraba ya una eternidad), le puedo ofrecer una ventajosa línea de crédito… El diagnóstico del médico interrumpió la duermevela del abogado: “Agotamiento: origen laboral. Administrar vitaminas. Evitar gestiones bancarias.”

 

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