Divina verdulera

Pilar Blázquez · Madrid 

Tras conocer otra bochornosa sentencia absolviendo corruptelas, acusó una terrible falta de aliento para continuar. Estaba cansada de consagrar toda su existencia a impedir que los platillos de la balanza se inclinaran siempre del lado de los poderosos. Tanto es así que cada vez que alguna instancia judicial quebrantaba el principio de igualdad, dudaba si no le habría ido mejor cultivando remolacha que ejerciendo la justicia. Aquel vergonzoso veredicto fue el detonante, decidió que ya no cabían más disculpas, que debía abandonar su fatigosa misión en el mundo del Derecho y retirarse a un pueblo a practicar la agricultura ecológica. Ahora vive de sus cultivos, feliz porque en el mercadillo de los jueves siente que regresa al Olimpo. Allí, a la diosa Justicia le brillan los ojillos en su tenderete, cuando pesa las verduras y comprueba cómo, en armoniosa perfección, se equilibran los brazos de su calibrada balanza

 

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