DIES IRAE

Jose Miguel Arbaiza Santacoloma · Trapagaran (Bizkaia) 

Después de pasar la noche en vigilia repasando mentalmente todas las conversaciones de los últimos meses, cogí un taxi hacía los juzgados con la mochila llena a partes iguales de esperanza y de incertidumbre. Era la semana de pascua y habían pasado dos años ya desde la muerte de mi padre. Sus socios, aquellos que lloraron en su funeral asegurando que ahí estarían para lo que yo quisiera, ahora se iban a sentar al otro lado del banco. No dijeron nada ese día de la cláusula que le hicieron firmar días antes de su muerte, según la cual aún siendo yo su legítimo heredero, ellos podrían hacer y deshacer a su antojo, hasta el punto de dejarme las migajas de la empresa. – Coja el desvío hacia la Gran Vía, por favor -le dije al taxista-. Era el camino más largo, justo el tiempo que necesitaba para dejar de llorar.

 

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