CUENTO DEL ABOGADO

Eduardo Martín Zurita · Madrid 

«Javi, mi compañero del cole, dice que los abogados defienden a los malos y cobran por hacerlo». «Mira, Pablo, podría haber sido vaquero, brujo, o qué sé yo, feriante. Soy abogado, así me gano el pan para nuestra familia; como con su trabajo en la peluquería, mamá. Imagínate un equipo de baloncesto sin defensa mientras el equipo contrario tiene un buen ataque. A dormir. La desobediencia puede jugarte malas pasadas: lo mismo que un juicio mal preparado, mañana amanecerá a traición y no habrá quien consiga arrancarte de entre las sábanas. Lo del dinero. ¿Tiene precio la resolución de problemas que se volvieron tan tuyos como la sangre que circula por tus venas? Además, el ejercicio de la abogacía me supone alimento para el alma. Fin del cuento, y Pablete cierra esos ojazos». «¿Y por qué no tenemos mucho dinero? ¿Con el alma también se puede comer, papi?»

 

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