Cita a las doce

Rosa Catarina Piñeiro Fariña · Vilagarcía, Pontevedra. 

En la víspera de la vista civil, comprendí que toda labor jurídica se reduce a tener folios a mano y saber con quién hablar. Después, me tomé media botella de pacharán y pedí ayuda. ¡l me citó a las doce, y allí estaba, puntual, en la puerta del juzgado cuando las manecillas el reloj componían una sola aguja, con ese aire de socarrona sofisticación que le acompaña. Podría parecer un simple profano, pero entendió al momento el desamparo de mi asunto y la necesidad de ejercer una cierta tutela sobre el juez. Nunca entenderé porqué admiro tanto lo que repruebo, pero me tranquilizó que dijese que él también sabría cumplir. Al final, con más resaca que remordimiento, entré en la sala. El cuerpo me pedía incurrir en desacato pero adopté una moderada sonrisa. Tenía el ánimo ecléctico de tan comedido después de volver a tratar con el maligno.

 

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