Alicia

Victoriano Ángel Río Herrero · ZAMORA 

Se presentó en mi Despacho con su bebé en brazos. Era la pura imagen de la desesperanza. Unas enormes gafas de sol eclipsaban sus preciosos ojos azules amoratados. Me sonrió de la forma más triste que jamás he visto, y me contó su historia: una infancia feliz, una adolescencia feliz y un matrimonio casi feliz el primer año; a partir de entonces… el infierno. Los celos corrompieron el corazón de quien le había prometido hacerla feliz y desembridaron su lado oscuro. Insultos, golpes, persecuciones, amenazas… Viendo aquéllos dos seres indefensos, me embargó un sentimiento de pura conmiseración. Alicia, se llamaba Alicia, acudía a mí, no con afán de venganza, y, mucho menos de lucro, sino para que la ayudase a cruzar al otro lado del espejo, donde pudiese sentirse feliz y segura con su pequeño. Soy abogado, seré su cicerone.

 

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