A propósito de mitos

Eva Mª Cardona Guasch · Ibiza 

Durante mi viaje por el Mediterráneo oriental voy tomando notas en mi cuaderno. Apunto mis propias reflexiones. Supongo que por deformación profesional me intereso por el caso de Medusa. Me cuentan que Poseidón sucumbió a su voluptuosa belleza y Atenea, celosa, la condenó en primera instancia a vivir en el oprobio: acordó una prórroga ignominiosa de su vida y desfigurada su hermosura, la convirtió en ser monstruoso. Más tarde, la misma Atenea, aún no resarcida del agravio, impugnó su resolución. Se erigió en Suprema Juzgadora. Impuso la pena fatal de forma inapelable, sin posibilidad someter el proceso a revisión de ningún comité de filósofos ni de sabios. Nombró verdugo a Perseo quien, con ingenio, logró evitar la mirada petrificadora de Medusa y brindar su cabeza a Atenea. Diosa, juez y parte. Y yo me pregunto: ¿Por qué acabó así Medusa? Sin duda, no contrató a un buen abogado.

 

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