A LA ESPERA

PEDRO PABLO NEIRA ROMERAL · Madrid 

El tacto almidonado de la butaca es agradable. Aquí me hallo, con la ilusoria apariencia de no haber roto un plato en mi vida, como un niño con aversión a la verdura ante un guiso de remolacha.
Soy un asesino, pero me gusta creer en los principios Freudianos y explicar mi necesidad homicida de forma más elegante, donde mi Thánatos aplasta cualquier atisbo de pulsión vital residente en mi subconsciente. Podría desolar un pueblo únicamente con un cuchillo pero no me considero un monstruo.
Entre murmullos, distingo un golpe de martillo, me levanto y miro a los familiares de las víctimas. Sonrío, puedo apreciar su asombro. ¿Qué esperaban?, ¿Una disculpa?, me temo que no. Al menos no de mi mano, falta de cualquier resquicio de moralidad humana.
En primera instancia me declaro culpable. Observo el desconcierto de mi abogado mientras firma mi pasaje a una vida de aislamiento entre rejas.

 

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