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Rosalía Guerrero Jordán 

Les dijeron que esa industria ya no generaba beneficios, que había que invertir demasiado para aumentar la producción, que el recorte salarial era parte de un proceso de adaptación para conservar sus puestos de trabajo.
A pesar de todo, la fábrica cerró de un día para otro y deslocalizó su actividad en un país de salarios aún más miserables.
Después, el dinero de las indemnizaciones fue menguando y la desesperanza se instaló como un nuevo habitante del pueblo.
Tan solo era cuestión de tiempo que saltaran la valla y pusieran las máquinas a funcionar.
Ahora, la fábrica es rentable y los cabecillas se sientan en el banquillo, acusados de usurpación.
Me levanto y miro al juez a los ojos. Para defenderlos tengo de mi parte la justicia natural, y la absoluta convicción de que legalidad y justicia no siempre van de la mano.

 

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