Imagen de perfilMENSAJE AL AMANECER

VICTORIANO AYLLON CALIZ 

Ayer, poco antes del amanecer, recibí un mensaje. Estaba en la cama y me sobresalté. Cogí el móvil de la mesilla: “Tienes que venir, enseguida”. Me puse la ropa, me pinté los labios y salí de casa a toda prisa. El autobús tardó un minuto. Venía repleto, lo más parecido a una urna. Subí y busqué acomodo junto a la ventanilla. Entonces caí en la cuenta. ¡Dios mío! ¿Quién me ha mandado el mensaje? Removí el bolso, saqué el móvil, pantalla en negro, apagado, sin batería. Respiro hondo, tres veces. Tranquila, hay que pensar. ¿El resultado del análisis? Imposible, una alergia no es nada urgente. ¿El recalo del pasillo? No es de mi competencia, eso al administrador. ¿Mi madre? ¡Qué va!, la pobre ni siquiera usa wasap. ¿Quién puede comunicar un mensaje de ese tipo? Tan frío, tan temprano. ¡Ostras! ¡Que estoy de guardia! Viento en popa hacia el Juzgado…

 

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