Un letrado llamado Teseo

Nuria Rubio González · Madrid 

La imagen de Ariadna latía en la mente del joven letrado cuando entró en la sala. El adversario era fuerte; un abogado hábil en el arte de atrapar con todo tipo de triquiñuelas a quien osaba enfrentarse a él. Su fama era mítica; se decía que los juzgados albergaban un yacimiento de togas sacrificadas entre sus voraces fauces dialécticas. Empleando las palabras justas, Teseo logró lo que parecía un sueño imposible: herirle de muerte. Poco a poco, fue tirando del hilo de un brillante alegato hasta salir victorioso del laberinto en el que tantos otros quedaron en su día encerrados. Con el veredicto a su favor, corrió al encuentro de Ariadna. Ella le esperaba entre las páginas de un antiguo libro de Mitología donde la temible figura del Minotauro había comenzado a desvanecerse.

 

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