Contra natura

Miguel Martínez Bordonado · Elche (Alicante) 

—Veredicto: ¡Pena de muerte! — Mañana todo habrá acabado, gárrulos. — Exclamó aquel abogado de rostro pálido. Se convocó una asamblea. Los hombres de mi tribu se colocaron sus tocados de guerra. De repente, se escucharon unos rugidos. Unos monstruos metálicos con iluminación propia en los ojos irrumpieron en nuestro poblado. Arremetían contra todos los árboles, llevándose por delante todo cuanto encontraban a su paso, dejando al descubierto nuestro yacimiento de oro. Los guerreros de mi tribu lanzaban sin descanso alguno un constante flujo de flechas y piedras contra aquellos armazones indestructibles. La resistencia fue fútil. Las secuoyas ardían. No pude hacer nada, era entonces un niño. Mi cabeza era un laberinto de ponzoña sin salida. Los espíritus del viento se encargaron de borrar todo vestigio en cuestión de segundos. ¡Oportuna triquiñuela del destino! —Togados, ¿y el habeas corpus de los árboles…? —¿Sus derechos…? ¡Un sueño…!

 

 

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