Pensamientos íntimos de un juez desesperado

Ana Isabel Sánchez Díez · Terrassa, Barcelona 

Me siento como si el acusado fuera yo. ¿Y todo por qué, por haberme fumado un maldito cigarro? Cinco años de carrera arrastrando el Romano hasta el final, diez con las oposiciones, ¿y cuando por fin soy juez no puedo ni fumar en mi despacho? Esto sí que es punible, y no lo que hacía yo cuando cantaba los temas. Así no puedo trabajar. Céntrate, hombre, céntrate. Haz lo que te ha dicho el loquero: piensa en algo relajante. La caricia de la brisa cuando viajas en barco. No, no funciona, quiero un cigarro. Un paseo a caballo por la feria. Tampoco, sigo necesitando fumar. El rumor de los bolillos de mi abuela cuando tejía encajes junto a la ventana. Nada. Tendré que recurrir a lo de siempre. Qué triste. «Título preliminar. De las garantías penales y de la aplicación de la ley penal. Artículo 1. 1. No será castigada…»

 

 

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