Ilustración: Juan Hervás


Nunca es tarde

Patricia España Zuil · Aranda de Duero (Burgos) 

Su cara arrugada por los años y quemada por el sol en esas tardes de patio con las mujeres haciendo encaje de bolillos, no dejaba traslucir aquel gesto de enfado, tristeza y rabia a partes iguales. Así, de esta pose, miraba ese punto lejano en el horizonte que era el barco de su compañero de toda la vida. Un fugaz pensamiento, la primera vez que le pidió salir, le vino a la cabeza. Eran días de feria y él con acusado optimismo, cigarro en mano a lo Bogart, se le acercó y le invitó a pasar la tarde. Una tarde que se convirtió en noche y después en amanecer. Cuarenta y cinco años habían pasado desde entonces y ahora, sin querer dar la cara, cobarde canalla, le mandaba a aquel abogaducho para darle los papeles del divorcio.

 

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