Bárbara justicia

Marcos Dios Almeida · Vilaboa (Pontevedra) 

Bárbara estaba tremenda, con sus esbeltas piernas abiertas cual humana torre Eiffel, el cigarro pendiendo de unos labios pintados de rojo carmín y aquella escueta vestimenta compuesta por un tanga de encaje de Camariñas que se esforzaba inútilmente en ocultar un cuerpo de infarto. Entonces se quitó las bragas y me preguntó con ojos de cordero degollado: -Tú crees en mi inocencia, ¿verdad, amor? Y yo, pese a que su maridito había caído de aquel lujoso barco de recreo llevándose consigo un mechón de la fueguina melena de su joven esposa, mientras la principal acusada aseguraba haberse paseado justo en el momento del delito del brazo de su amorosa amiga Jeanette por la feria de “antiquités”, como su fiel abogado la creí a pies juntillas. Y tragué saliva, porque entonces me hallaba en posición pasiva, amarrado con sogas de esparto a aquella maldita silla.

 

 

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