El mago

Angeles Belda Collado · Valencia 

Como cada día la asistencia era máxima en la sala de vistas; repentinamente el Juez apareció detrás del secretario y pasándole una mano por el cuello, extrajo varias monedas y una rosa que obsequió al abogado defensor; lo ovacionaron; el agente hizo una señal pidiendo silencio. Su Señoría saludó agradeciendo a las partes su personación; desplegó un gran pañuelo rojo de diseño, lo agitó en el aire y dentro apareció una carpeta conteniendo los autos; algunos aplaudieron; el juicio iba a comenzar. Mientras practicaban los interrogatorios, el juez efectuó varios juegos de manos con una baraja francesa, y escuchó las conclusiones a la vez que hacía desaparecer su reloj para que reapareciera en la muñeca del fiscal; entonces lo aclamaron. Cuando el juicio quedó visto para Sentencia Su Señoría se desvaneció súbitamente, como había llegado, no sin antes liberar una pichona jaspeada que sacó de un pliegue de su toga.

 

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