Ilustración: Juan Hervás


Códigos

Carlos Moro · Boadilla del Monte 

Por pintoresco que parezca, mi padre, el ilustre Notario, me fotografió en la cuna con un Código Civil entre manos. Se trataba de una edición de 1936, tapa dura y el paso de los años sobre el articulado. Comencé el Bachillerato, y me regaló un robusto ejemplar comentado del Código que serviría de guía en mi aproximación al Derecho. Supe satisfacer las aspiraciones de mi progenitor e ingresé en la Facultad de Derecho, señal inequívoca de que seguiría sus opositoriles pasos. Forró las paredes con hojas de una edición de funcional diseño, ello para que mi vista se acostumbrase al articulado. Mi falta de asistencia a clase fue, a sus ojos, mi fracaso. “No hay, para el letrado, solución sin personación” solía decir. Hoy, edito los más lujosos ejemplares de la literatura jurídica de este país.

 

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