Muerte y eternidad

Maria Begoña Castilla · Zaragoza 

Soñé contigo; soñé con tu rostro, con tus manos acariciando mi piel. Desperté llorando, la mirada perdida en el recuerdo, el corazón agitado por el dolor.
Amor, amor mío, esa maldita bala te apartó de mí, esa maldita bala nos arrebató noches de pasión, días de luz?..

Cuando abrí la puerta solo entendí la palabra diligencia, mis oídos se cerraron inundados de dolor. Salí corriendo. Ahí estabas, con una mano en el riachuelo, el pecho rojo y tus ojos.. tus ojos mirando sin ver, abiertos a la nada.

Que lejos queda el día que unimos nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestras almas?no fue una boda; Fue el instante en que el Universo se hizo testigo de nuestro pacto: amarnos por toda la eternidad sin importar el tiempo y el espacio.

Amor, tu cuerpo no está, pero tu espíritu se ha fundido con el mío. No existe ley que separe nuestras almas.

 

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