Su oficio y su mascota

Mayte González-Mozos · Toledo 

He despertado con un ruido sordo. El justiciero sol me ha alcanzado y obligado a ponerme en marcha. No recuerdo haber escuchado el acostumbrado portazo mañanero. Va a llegar tarde… Ayer volvió a altas horas de dar su conferencia. Ya la diviso: en el suelo de su dormitorio, inerte. El sabor metálico atestigua que lo que mana, del orificio de su cabeza, es sangre. Tiene un arma en su derecha. Con el Derecho que he aprendido de ella… Pobre, su doctrina era la justicia. Y aunque el pluriempleo su vida, no llegaba para pagar este piso y el bufete. Últimamente la orden del desahucio la tenía absorbida. Con parsimonia vuelvo a mi estanque, a toparme con el imbécil pato de plástico que me colocó como compañía. ¿Qué más puede hacer una tortuga? Esperar al forense, echar alguna lágrima, y preguntarme: si sólo me tenía mí… ¿Quién disfrutará de su herencia?

 

 

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