SIN MALA INTENCIí N

JUAN MANUEL RUIZ DE ERENCHUN ASTORGA · BARCELONA 

Aquel agosto me fui tranquilo de vacaciones. Nuestro bufete de abogados no cerraba y mi socio ofreció cubrir las guardias. Cuando llegué a mi destino, un monísimo apartamento frente al mar en un pueblecito de la costa, presentí que viviría unos días maravillosos alejado de la tensión de los Tribunales. Craso error. Mis dos vecinos de terraza eran el Juez Lafita, infatigable a la hora de desestimar mis demandas más importantes, y el Secretario Judicial Morales, siempre presto a recitar un resumen de mis fiascos. En cuanto los vi, tan rojos, quemados por el sol pero felices de tenerme emparedado entre sus fauces depredadoras, quise marcharme. Desistí al pensar que perdería la totalidad de la fianza entregada por la reserva del alojamiento. Con mi mejor sonrisa les ofrecí compartir mi bronceador protección 120 a cambio de la condonación temporal de nuestras diferencias. Me denunciaron por intento de soborno.

 

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