Señales

Blas Alguacil Ramos · Valencia 

El calor se hacía insoportable, sin una sola nube el sol parecía apuñalar el cielo con sus rayos, y conmigo no era menos generoso. Notaba el sudor bajo la camisa, el cartapacio que llevaba con documentos se había vuelto pesado como el plomo, y poco me hubiera extrañado encontrar un camello en aquel erial, más parecido ahora a un desierto que a lo que fue. Me encontraba allí por el asunto de unos socavones con extrañas formas y enormes dimensiones que habían aparecido durante la noche echando a perder toda la cosecha. El dueño estaba totalmente destrozado. Yo, incrédulo de lo que mis ojos veían, miré al cielo y exclamé: ¡® ¡cuántas sentencias hacen falta para que los extraterrestres dejen de mandar sus señales sobre terrenos cultivados!¡¯

 

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