Mi socio

David Ruiz de Agustín · MADRID 

Una vez tuve un socio, un verdadero compañero de parrandas y vacíos existenciales. Un camarada que no regateaba a la hora de pagar la fianza, impuesta por el juez de guardía, cuando me arrestaban por conducción temeraria bajo la influencia del néctar de los dioses. Mi socio era alguien a quien elegir como padrino de tus hijos. Un tipo al que se le podía delegar la compra de trivialidades como el bronceador y el bañador para la playa, mientras yo hipotecaba mi vida con la cerveza de origen eslavo y las apuestas. Mi socio era el señor condonación, perdonaba cualquier cosa, y sobre todo, mi demencia y falta de conciencia. Al final su falta de actitud y rencor hacia mí me hicieron percatarme de que no existía. En resumen: Estoy solo, la vida sigue y esa es la verdad absoluta.

 

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