IGUALES ANTE LA LEY

Belén Sáenz Montero · Madrid 

Tener que proteger los derechos de un camello es, probablemente, lo último que se me habría pasado por la cabeza cuando decidí ser abogado. Pero aquí me tenéis varios años después, contemplando con cara de póker el socavón provocado por el “regalito” que habían dejado a mi cliente sus antiguos compañeros del cártel de Tijuana en el descapotable. Atrás quedaron los tiempos en que, de tú a tú y sin escapatoria posible, se habrían llenado mutuamente el cuerpo de plomo. Ahora, revestidos de honorabilidad e integrados en la élite de la sociedad madrileña, acudían a nuestros bufetes con cartapacios de piel perfumada para ocultar el hedor de sus sucios manejos y pedir amparo a la Justicia. Lo único que me alegró el día fue ver cómo el sudor le chorreaba por la nuca y le amarilleaba el cuello de la camisa.

 

 

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