Espalda sin toga

Ramon Estebe Blanch · Barcelona 

Aquella espalda al sol era la quimera. El bronceador que ahora me disponía a repartir sobre su piel tersa, y ya un poco fria, el regalo anhelado. Todo iba bien. No habia tenido socio en aquella historia, y por tanto estaba sólo. Tampoco tenia dinero para la fianza, y no había espacio ni para la condocación ni para la justificación de lo perpetrado. O blanco o negro, en un camino de dificil salida. Mi cabeza nuevamente me redirigió a la espalda que casi habia descuidado con mis pensamientos. Me estaba perdiendo el romanticismo místico de acariciar aquella piel ahora desnuda, sin toga ni puñetas, inerte y fria. Muerta. No se parecía en nada a la que tantas veces habia visto desde el estrado, vestida, mientras suplicaba justicia.

 

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