Ese juez, el juez Moreno

Esther González Rada · SAN SEBASTI¡µN 

Cuando supe que ese juez me salvaría, le sonreí agradecido. Desde que conocí a aquel señorito adorable, planteó mi vida como una senda inalterable encaminada a venerar su barroquismo. Me prohibió respirar en público y oír nada que no fuera su propio resuello malcriado. Pero ese juez honrado cambiaría mi destino. Ese juez negó la condonación de la fianza alimentaria exigida a mi exmarido. Ese mismo juez escuchó, desternillándose de risa, que yo fuera socia del club de fans de CR7. Ese juez rió todavía más alto, cuando el señoritingo anunció el grotesco resumen de su defensa: un bronceador conspiraba contra mí, me acusaba de fulana de teleteatro, porque alguien, ajeno, claro, a él mismo, me había poseído mientras extendía el bronceador por mi espalda. Ahora sé que ese juez, el juez Moreno, es mi segundo marido, y que, con su ayuda, por ahora, seguiré bronceando mi lascivia.

 

 

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