El socavón

Montserrat Acevedo Jiménez de Castro 

El circo había llegado a la ciudad. Carteles anunciando los distintos números aparecían por las paredes como aparecen los caracoles en un día de lluvia: payasos, trapecistas, animales exóticos… … El letrado soltó sin miramientos el pesado cartapacio sobre la mesa y se lanzó a plomo sobre su sillón. Un sudor frío recorría su demacrado rostro, cansado y envejecido. Nunca se había enfrentado a un caso así. La experiencia iba a ser dura. Que hubiera un socavón en la carretera no era nada anormal. Suele haberlos. Pero que un camello del circo se hubiera roto una pata por culpa del dichoso agujero y que hubieran decidido demandar al ayuntamiento, no le hacía ninguna gracia.

 

 

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