Desaparecida

Nuria Rubio González · Madrid 

Destapé la sábana. Un sudor frío recorrió mi cuerpo al contemplar el suyo sin vida. Sentí que un enorme puño de plomo se incrustaba en mi pecho produciéndome una inmensa herida. Con aquel socavón sangrante en mi interior, abandoné el Anatómico Forense. Caminé durante horas. Las calles estaban desiertas, envueltas en una densa niebla. Llegué a casa de madrugada. Cogí el cartapacio donde guardaba las noticias publicadas en prensa sobre el caso. Leí: «Desaparece la hija del magistrado ¡µlvarez»; «La joven fue vista por última vez en compañía de un conocido camello de los suburbios de la ciudad.» Me recosté en la cama cubriéndome con la sábana… No podía respirar. Me incorporé. Mis ojos se clavaron en la mesilla de noche. Sobre ella reposaba aquel infame recorte fechado en el mes de enero de 1970: «El magistrado ¡µlvarez desolado en el entierro de su única hija.»

 

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