De abogados y otros demonios

Silvia Vicedo Ramón · Alcoy (Alicante) 

Las seis. Esta vez me despedía. Llegaba tarde de nuevo y lo peor es que se me acababan las excusas con que contrarrestar mis ausencias en el despacho. Quedarse dormido en el cine mientras veía una película iba siendo un argumento trillado. Y un becario como yo lo tenía crudo, aunque peor sería admitir el error de haber estudiado derecho. Resoplé. No soportaba ni defender a escoria sabiéndola culpable como el demonio, ni el asedio constante de mis problemas de conciencia. No sabía si merecía la pena tanto sufrimiento, o me estaba engañando a mi mismo como a un chino, o quizás… Por eso asistía a terapia. Cuando llegué, el bufete estaba vacío, aunque mi jefe continuaba sepultado entre un tumulto de expedientes. Me miró llevándose su dedo índice a los labios. “Es normal. A mi también me encantaba el cine al principio. No deje de acudir mientras lo necesite…”

 

 

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