Amor sin argumento

María Elena Núñez Ramos · La Laguna 

Siempre supo que buscarle un argumento al amor era cosa de necios. La rosa que la china de la calle Montesinos le ofrecía le pareció un detalle. Llegar con ella. Sentarse a su lado. Como antes se hacía, con calma y ofrecérsela. Caminaba con ella entre el tumulto de gentes apresuradas. El despacho estaba a sólo dos manzanas. Pero ¿quién era él? sólo un becario, la última escoria del bufete. Dudó al verla. Sintió lo ridículo de su imagen, maletín de expedientes en una mano, y en la otra la rosa. Lo único que dijo al entrar fueron los buenos días. Ella miró por encima de sus gafas, y se quedó admirando la rosa que alguien había tirado a la papelera. Algún día alguien le regalaría una, pensó, al tiempo que lo llamaba y le entregaba el sumario del siguiente caso.

 

 

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