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Montserrat Soria Sánchez 

Con la misma meticulosidad con la que prepara sus casos, y con el coronavirus como la parte contraria, la abogada despliega en la mesa blanca todo el material que necesitará para su confinamiento, clasificado por el grado de utilidad. Mascarillas y guantes, las primeras. Luego alcohol y lejía, móvil y cargador, agenda, esterilla, cortauñas. Según su uso los productos escalarán o descenderán puestos a lo largo de los días.

El día quince incluye en el inventario bollería industrial. El veintidós la tarjeta sim, después del envío de ciertos mensajes inapropiados. El veintinueve un limón enmohecido que apareció en la nevera. Algunos productos punteros son reemplazados. El treinta y cuatro añade unos somníferos y en el cuarenta y dos el último objeto impide ver el color de la mesa.

Sentada al lado de ella, el codo apoyado en un trocito de esquina, espera que, ante tal propagación, encuentren pronto una vacuna.

 

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