Imagen de perfilEl derecho me salvó

juan pablo monje caro 

Me dirijo al pequeño despacho que he alquilado en Chamberí. Pagué señal, fianza y mensualidad hace cinco días. Me gustaría terminar de instalarme pero las órdenes son claras: confinamiento obligatorio para evitar la propagación del coronavirus. Prefiero llamarlo así. Los que le dicen COVID-19 parecen estar cogiendo confianza con él, como si fuera a quedarse entre nosotros más de lo necesario.

Accedo al portal del edificio y saludo al conserje. Me devuelve el saludo con los ojos -lo único que deja al descubierto su raída mascarilla-. Recojo mis tres expedientes y me marcho. De camino a casa reflexiono sobre mis últimas decisiones: dejé un trabajo estable para iniciar una andadura en solitario. No tengo el don de la oportunidad, concluyo. Una llamada interrumpe mi autodestrucción. Lo cojo y una voz dice:

-¿Qué sabes de ERTES?

En algunas ocasiones la vacuna llega antes de que la enfermedad presente sus peores síntomas.

 

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