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Teresa Álvarez 

Amontonaba siete casos perdidos. El número cabalístico. Mi vecina, que se buscaba la vida como pitonisa en la televisión local, también despachaba consulta quiromántica junto a la academia de peluquería, donde yo, desmoralizado, acudí. Cleo me advirtió que los abogados que perdíamos juicios terminábamos perdiendo “el juicio”. Ella me podía ayudar.
-Tendré que acompañarte a las sesiones del proceso, leer informes, conocer a demandantes y demandados, al juez, a los que escriben tan rápido. Estenotipistas, apunté con miedo a ofenderla.
Fieles al programa batallamos meses compartiendo el pan y la sal. Con sus dotes adivinatorias y su percepción extrasensorial ganábamos juicios. Mi intervención en un sumario conllevaba el triunfo. Me convertí en el letrado de las estrellas mediáticas. Nos casamos. Hoy, ordenando el desván he descubierto, apergaminado y mohoso, el titulo de licenciada en derecho de mi mujer, fechado tres años antes de que yo terminase la carrera.

 

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